jueves, 29 de octubre de 2009

Tombuctú, Paul Auster



Hace mucho tiempo un amigo me envició con este autor, el primer libro que me recomendó fue este: Tombuctú. En ese momento no me interesó demasiado pues yo andaba con mis rollos pottéricos (ahora me arrepiento, pero creo que todos pasamos por un período así).
Ahora, tan sólo quiero que otro sea quien se haga partícipe de la historia que nos abarca Auster en este cuento, uno más de mis preferidos, buena narrativa, descripciones al punto y un personaje que llegué a amar: Mr.Bones.


En efecto, Mister Bones es un chucho callejero, sin raza definida, hijo del mundo y de las calles, que se debe únicamente a su experiencia con la vida y su mentor (no diremos amo, pues su relación es mucho más que eso), Willy G. Christmas, un vagabundo hijo y consecuencia de la generación de los excesos sesenteros. Mister Bones asiste a los últimos días de Willy, a sus interminables monólogos en los que rememora su existencia y la certidumbre de que el fin está próximo, y con él la partida hacia el último viaje, una mítica Tombuctú (que, para el caso, perfectamente hubiera podido llamarse Shangri-La, Oz o Irás y No Volverás) en la cual moran los seres humanos tras la muerte. Realidad y recuerdos se entremezclan, y Willy realiza su último viaje (dispuesto a hablar con su maestra y mentora) hacia una ciudad de Baltimore en la que, preso ya de su delirio preagónico, se siente como en el hogar, como en la Polonia de sus ancestros. Llegado este momento, Mister Bones ha de enfrentarse en solitario a la vida y, lo que resulta más desazonador, a la especie humana. Su periplo de amo en amo es al mismo tiempo la constatación de que no puedes fiarte de nadie y de que siempre habrá alguien dispuesto a acogerte, aunque ambas condiciones siempre irán irremediablemente unidas. La constatación de que la naturaleza de Mister Bones -con sus constantes cambios de nombre, rebautizado por sus jóvenes amos- es la de trotamundos, siempre en busca de esa Tombuctú en la que, por fin, reunirse con Willy y con sus sueños.
Mister Bones no es un perro cualquiera. Comprende el lenguaje y las reacciones humanas, sabe evaluarlas y anticiparlas, pero no es capaz de hablar, tan sólo en sus sueños con Willy. Su incomunicación con respecto a un mundo que cree entender pero que no puede alcanzar es la de todos nosotros. Sus reacciones son tan humanas como las nuestras. Su misma aspiración de alcanzar Tombuctú para reunirse con su ser más querido más allá de la existencia terrenal es la gran diferencia entre un ser humano y un animal. En resumen, Mister Bones es una perfecta alegoría de la humanidad presa de sus propias limitaciones, solitaria y dominada por las leyes del caprichoso azar y, como tal, resulta uno de los personajes más entrañables de la ya larga lista de personajes inolvidables que han surgido de la extraordinaria prosa de Paul Auster. Tal vez se trate de una novela menor para tratarse de Auster, pero no por ello deja de ser una gran novela, un libro de lectura obligatoria... y uno de los grandes clásicos de la literatura sobre perros.



La ladrona de libros, Markus Zusak



"Si lo hubieran matado esa noche, por lo menos habría muerto vivo".M.Z


Y con esta frase tan sólo les doy una probadita de lo que aquí encontrarán, es un libro sembrado de hermosas figuras retóricas y en lo personal, de mis preferidos.






Érase una vez un pueblo donde las noches eran largas y la muerte contaba su propia historia.
En el pueblo vivía una niña que quería leer, un hombre que tocaba un acordeón y un joven judío que escribía cuentos hermosos para escapar de horror de la guerra.
Al cabo de un tiempo la niña se convirtió en una ladrona que robaba libros y regalaba palabras.
Con esas palabras se escribió una historia hermosa y cruel que ahora ya es una novela inolvidable.


miércoles, 28 de octubre de 2009

El Palacio de la Luna, Paul Auster.


Este libro va para aquellos a los que les gusten los casos tristemente hermosos

Marco Stanley Fogg está a las puertas de la edad adulta cuando los astronautas ponen el pie en la luna. Hijo de padre desconocido, fue educado por el excéntrico tío Victor, que tocaba el clarinete en orquestas de mala muerte. En los albores de la era lunar, muerto su tío, Marco va cayendo progresivamente en la indigencia, la soledad y una suerte de tranquila locura de matices dostoievskianos, hasta que la bella Kitty Wu lo rescata. Marco empieza entonces a trabajar para un viejo pintor paralítico y escribe su biografía, que éste quiere legar a su hijo, al que no llegó a conocer. Tras un largo periplo que lo lleva hasta el Oeste y bajo el influjo de la omnipresente luna, Marco descubrirá los misterios de su origen y la identidad de su progenitor